viernes, agosto 24, 2007

Corazón

Yo era amigo de lo ajeno, era simpatizante del dinero fácil, la vida rápida y las mujeres de la vida pero de repente el ir y venir en el alocado camino de mis andanzas me vino a mostrar el por qué de mi estancia en esta tierra.

Era una tarde soleada, con brisa tibia y hojas en las veredas bailando al son del aire caluroso de agosto, cuando entre las piedras corroídas de la vereda algo brillante llamo mi atención. Una llave que el sol hizo brillar ante mí se descubrió… la tome entre mis manos y leí que en el llavero había una dirección: Campana 1722.

Varias cosas pasaron por mi cabeza, entre ellas la idea de que quizás alguien había perdido esas llaves, podría devolvérselas y reconciliarme un poco con la sociedad, pero mi naturaleza era más fuerte que yo… así que decidí ir hasta la dirección, averiguar que había y sacar rédito de esa situación.

Comencé a caminar, el sol ya estaba abandonando la tarde… las sombras de la noche iban a acompañar mi plan. Camine unas 4 cuadras, cuando un niño harapiento se me acercó y con los ojos llorosos me rogó por unas monedas. Sin siquiera pensarlo lo corrí de mi lado con un movimiento brusco, mi cabeza estaba concentrada en una sola cosa: llegar a la casa y lograr dinero por mi botín.

Más allá una mujer juntaba cartones, misteriosamente sus ojos se posaron en los míos y, por una razón que aún no me explico, en mi cabeza apareció la imagen de mi madre. La que me cuido, me dió abrigo, la que quería hacer de mí una persona de bien… hasta que crecí y la abandone. Hacía poco me había enterado de su muerte, murió ciega llamándome….

Era extraño que estos recuerdos me asaltaran, desde hace mucho los había borrado de mí, ya no necesitaba a nadie, me bastaba a sí mismo y cuando necesitaba cariño pagaba por él. No conocía el amor, mi estrategia en la vida era aprovechar lo que pudiera de todo y de todos, sin dejar que nadie se aprovechara de mí, sin que nadie mandara en mi vida. Era el dueño de mí y de mi mundo.

Todas estas remembranzas hicieron que no me diera cuenta que ya había llegado a la calle Campana, solo estaba a unas pocas cuadras de mi objetivo. Por eso volví a concentrarme, intente fijar en la memoria, lugares, caras, autos, todo lo que pudiera servir a la hora de la negociación.

Cruce la calle, del lado de la numeración impar, frené en el 1719, justo en frente de la casa. Era un estacionamiento abandonado, me guarnecí ahí. Ya la oscuridad de la noche había desplegado su velo y las luces de la calle no iluminaban lo suficiente. Éramos muchas sombras mezcladas en la noche que no nos reconocíamos entre si.

La casa de Campana 1722 era vieja, destruida, el verdín cubría las paredes, parecía que hacía mucho que nadie estaba ahí, pero de alguien debían ser esas llaves.

De pronto note que, detrás de las persianas de madera carcomidas, se mostraba tímidamente una luz. La esperanza volvía a nacer, había alguien ahí, alguien con quién negociar. Por eso resolví quedarme en mi refugio hasta tanto notara algún movimiento.

Las horas pasaban, el frío se incrementaba y nada salía ni entraba a esa casa. Mi ansiedad se había multiplicado por millones, no veía el momento de ver algo más, un indicio algo… en algún momento llegué a pensar en hablar con algún vecino y preguntar quién vivía en la casa, pero eso haría que sospecharan. Sin más, mi cabeza tomo la determinación tajante de entrar a la casa… habían pasado cuatro horas, la calle estaba desolada. Era el momento ideal, hacía mucho que no asaltaba casas pero las mañas a los ladrones no se nos olvidan nunca, además contaba con una ventaja que nunca antes había tenido: la llave.

Con cuidado, y escudado por la oscuridad, cruce la calle, me escabullí entre los pastos altos y llegué a la puerta de entrada. Me temblaban las manos pero la ansiedad me daba fuerzas para seguir. Metí la llave, la gire lentamente para hacer poco ruido y la puerta se abrió, estaba a un paso de mi botín. La casa estaba a oscuras pero desde el fondo aparecía la lucecita que había visto. Algo me llevo hasta ella y camine sonámbulo hasta ese rayo de luz.

Era una habitación blanca, donde esa pequeña luz se había convertido en un rayo estremecedor, mis ojos ciegos la seguían igual. De pronto la luz se apagó y desde las tinieblas un espectro apareció. Lejos de temerle tome la mano que me extendía y lo seguí. Habremos caminado unos doce pasos cuando, de un haz de luz, apareció mi viejita, sonriente como siempre. Volví a sentirme un niño y, lo que nunca, anhelaba abrazarla. Mi madre tenía un cofre en sus manos, a medida que me acercaba a ella, ella lo abría. A solo centímetros de mí me mostró el contenido del cofre.

-Hijo este es tu corazón. No quise que dejaras este mundo sin saber que lo tenías, sin saber que es sentir, sin saber que es amar.

Nunca desperté de aquel sueño, ya no soy el mismo, ya no siento dolor, ni frío ni calor, el aire me penetra y como viene se va. Ruedo solo por el valle de almas esperando la redención y deseando una oportunidad para sentir amor.

2 comentarios:

PM Entertainment dijo...

Me parece que esta historia es una de las mejores que has publicado.
Tiene un mensje muy poderoso y demuestra que sos capaz de escribir mucho más que sólo humor. Seguí así! Sos brillante! Besotes!!!

Anónimo dijo...

WWWWWWWWWWWWWWWWWOOOOOOOOOOOOOOOOOOWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWWW

Que historia!!!! Terrible!!! Desoladora....

Excelente.... me deja sin palabras...

BIMH