domingo, agosto 10, 2008

Derrota de la soledad


La soledad como compañía era lo único que tenía, se despertaba todos los días sin otra esperanza que la de que llegara la noche y volviera a salir el sol, quizás ese sol trajera esperanza o algo por qué vivir. Pero los días pasaban, se iban, y la soledad seguía ahí, matando uno a uno a los sueños sin piedad.

Angustiada decidió no volver a creer en cielos color de rosa y resigno sus sueños entendiendo que la soledad iba a estar siempre ahí; fiel, incólume, inseparable de sus días… cerró el corazón y empezó a creer en que la vida la había hecho para ser un individuo, para combatir siempre sola, nadie mas iba a llenar sus horas con palabras que olían a rosas, con caricias…

Llegaron hombres que con falsas promesas intentaban alejar la soledad pero solo por momentos… eran todos fugaces amores eternos que no hacían más que alimentar la desesperanza. Un día alguien llegó hablando de futuro juntos, de cumplir sueños mutuos, ya no eran promesas vanas, era algo más que eso. Su figura no permitía dudar de sus palabras, su mirada transparente no hacía mas que confirmar sus dichos, su boca no decían lo que esa mujer quería oír sino lo que ambos soñaban, la dulzura de sus frases no engordaban sueños de horas, sino sueños posibles y eternos. El olor a rosas surgió otra vez…

Una noche de luna, donde el viento mecía las estrellas, algo sucedió… un sueño que había sobrevivido a la matanza seguía peleando desde su trinchera, ese sueño se asocio con el corazón, quien para no desilusionar a su compañero salió de su coraza negra, se lleno de fervor y ambos se enfrentaron a los oscuros pensamientos que acosaban el alma. El alma, aun abatida, lastimada y con sus últimas fuerzas se aprestó también a la lucha…

Quizás ese ejército no hubiera tenido por qué pelear si él no hubiera aparecido. Un hombre cauto, osco, formal que sin darse cuenta alentó a los sentimientos, a la fe y al amor con su dulzura. Ya eran más los guerreros que los enemigos. Lentamente el alma se rearmo, la fe le dio fuerzas, el amor le dio armas y los sueños la dejaron desatarse de la realidad que la lastimaba. Su alma ya no estaba sola, eran dos peleando para siempre.

La soledad derrotada no tuvo otra opción que retirarse a mejores lugares, hoy acosa cada tanto el alma de esta mujer pero los sueños le cierran el paso y el amor, el más fuerte, sincero y perpetuo de los amores, la protege por siempre.

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