domingo, junio 03, 2007

¿Esperanza?

Hace unos días se cumplió un nuevo aniversario de la masacre de Avellaneda, donde dos jóvenes que trataban de cambiar el mundo fueron asesinados por la policía. Esto de que los jóvenes luchen por cambiar el mundo no es novedad, menos novedad es que en esa empresa pierdan sus vidas en manos de los que poseen el monopolio de la fuerza pública.

Este es un país raro ¿por qué raro? Fácil señores, a muchos jóvenes nos da oportunidades sin que provengamos de familias bien ubicadas en la escala social, sino que la mayoría de los que estudiamos en universidades nacionales somos hijos de familias de clase media, con padres laburantes, que trabajan desde que tienen uso de razón para mantenerse y mantener a los suyos. Esos padres nos enseñaron que sin lucha no se logra nada, por eso los que tenemos oportunidades intentamos luchar para conquistar los mismo que lograron ellos y más.

Pero además, en este país hay jóvenes que no llegan a la universidad, aunque también provienen de familias de laburantes, donde se les enseña que sin sacrificio no se obtiene nada, y también sueñan con un futuro mejor para ellos y los suyos. A veces creo que el pecado de estos jóvenes no es ser pobres como piensan muchos, sino que el pecado es salir a la calle y pelear por los demás.

Los que estudiamos intentamos tener una profesión que nos de de comer, que nos de equilibrio económico para nosotros y los nuestros. Este “nuestros” es chiquito, la mayoría piensa en su familia o en la que sueña formar, en cambio el “nuestros” de los luchadores sociales no tiene caras, no tiene nombres sólo tiene una realidad común que los moviliza porque la conocen de cerca, los lastimó de cerca siempre y no quiere que hiera a ninguno más.

Luchan, los matan pero, a diferencia de la muerte de un abogado, de un ingeniero, de un profesional cualquiera, a estos jóvenes no se los olvida, se los recuerda porque lo que hicieron va más allá.

Vengo de un pueblo que parió a los piquetes, dónde la gente cuando no está de acuerdo con lo que el gobernante de turno dicta sale a la calle y se manifiesta. Soy del pueblo que tiene varias víctimas en su haber, víctimas de la represión cuyo único crimen fue pelear por lo que les corresponde. Soy del pueblo donde los médicos, los maestros, los desocupados, los trabajadores todos no temen manifestarse a sabiendas que el señor con poder no duda jamás en sacar la fuerza a reprimirlos con sus armas reglamentarias, mientras que los manifestantes solo se defienden corriendo. Soy del pueblo de Teresa Rodríguez y de Carlos Fuentealba y me indigna saberlos muertos, muertos por pedir lo que es de ellos, muertos porque el poder es inflexible, que no dialoga sólo reprime. Hoy vota ese pueblo y es la primera vez en mi vida que tengo la secreta esperanza de que el feudo cambie de señor, que caiga el monopolio de poder de ese partido que se cree todopoderoso desde hace años, que jugaba con el hambre y la ignorancia de su pueblo para conseguir votos, que lo vendieron, que lo regalaron y hoy la dicen una provincia rica cuando la gente, en su mayoría inculta, vive de un Plan Trabajar por unas migajas que les da el gobierno. Pero creo que lo más triste de esta esperanza es saberla hija de la muerte de un trabajador, de un docente. ¿Era necesario que mataran a un hombre para que todo este sistema de opresión y enriquecimiento de unos pocos vea el fin? Es triste saber que los cambios siempre devienen de la sangre derramada de inocentes, pero es una realidad irrefutable. Somos un pueblo hijo del dolor, con miles de desaparecidos, donde los asesinos de esos hermanos hoy son viejitos que gozan de prisión domiciliaria y duermen todas las noches calentitos junto a sus familias; con chicos que se mueren de hambre y de ignorancia…

Agradezco que este país me deje estudiar y soñar con un futuro, pero preferiría tener mucho menos si supiera que somos más los que tenemos oportunidades.


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